viernes, diciembre 22, 2006

Paisaje urbano

Los chicos duros de mi barrio tienen coches enormes cargados de ruido, y lo demuestran arrancando con prisa, haciendo chirriar las ruedas sobre el asfalto en las madrugadas sin luna. Los chicos duros de mi barrio tienen el futuro en el abismo, y su Dios vive en el infierno. Pero ellos no lo saben ni les importa. Mientras sus coches hagan rugir la noche y puedan ocultarse tras sus gafas de sol, nada les importará mucho.

Mi barrio es un barrio de obreros, gente de espaldas rotas y ojos cansados que llevan años alimentando las fauces sin alma de la gran ciudad, mientras son aplastados en cada revolución inventada por la burguesía para vivir mejor. Gente temerosa de Dios y del patrón. La mano de obra barata, la que siempre sobra.

Nadie aquí se ha hecho nunca grandes preguntas, quizás porque las respuestas siempre son las mismas: esto ha sido siempre así, y tampoco es tan difícil vivir de rodillas.

Me asomo a la ventana con un refresco entre las manos que justifica mi insomnio. Allá, a lo lejos, arden las luces de la gran ciudad. Y allí estarás tú, seguramente durmiendo, y me gustaría pensar que sola, aunque sé que es mentira. Me acuerdo ahora de todo aquello, de las tardes en el parque de tu barrio dando de comer a los patos, de tu risa y tu mirada, comprendo entonces lo mucho que ha cambiado mi vida en todo este tiempo. Nuevos actores, un extraño decorado, y un tipo al que no conozco que grita acción desde la alturas, mientras todos nos movemos entusiasmados como si de verdad hubiese un premio al final del arco iris.

Sé que me estoy moviendo, pero no sé hacia donde. Aunque eso no importaba mucho �¿verdad? Siempre decías que lo importante era moverse, no quedarse quieto. La verdad es que aunque no te lo dijese, nunca tuve mucha fe en esas palabras. Los epilépticos se mueven, los peces muertos al ser arrastrados por la corriente, y toda esa gente que camina sin saber donde, también se mueven, y eso no quiere decir una mierda. Nos movemos porque nos aterra el vacío implícito en quedarnos quietos.

Unos pisos más abajo los vecinos comienzan su ritual de gritos y reproches. Miro el reloj con una sonrisa. Esta vez han empezado antes. Luego vendrán las lágrimas y los portazos, poniendo música a este paisaje urbano que formamos mi soledad, tu ausencia, los coches que rasgan la noche con sus luces de neón, y el sol luchando por abrirse paso en el horizonte con su eterna promesa de un mañana mejor. Vete a la mierda.

Esta entrada es obra  de un amigo: B.Saint

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