martes, diciembre 26, 2006
El verdadero sentido de la Navidad
Me siento rodeado, estoy en un centro comercial. En realidad estoy rodeado; de gente hambrienta de compras. Sus ojos inyectados en sangre buscan el último perfume, el último juguete o el último regalo. Sé que pasarían por encima de mí sin dudarlo, sin mirar atrás. Saben perfectamente lo que quieren: cualquier cosa. Tienen que volver con las manos repletas de bolsas brillantes y la satisfacción del deber cumplido. Llevan a sus hijos tirándoles del brazo, con prisas por llegar a ninguna parte. Los prestan a cualquier longaniza con barba revestida de rojo y pasada de mazapanes. Las luces lo decían ya a finales de noviembre, y las luces no mienten. La televisión también lo dice y la televisión no miente: es Navidad. ¡Compren! Ya pagarán en marzo, pero compren. La economía de nuestra nación (cada uno la suya, que la gente es muy susceptible, sisplau) está en nuestras manos, ¿acaso no somos unos patriotas? Dejemos que nuestros hijos los críe el centro comercial, dejemos que la televisión engulla su alma. Ya pagaremos en Marzo.
Vayamos y compremos, y vaya si pagaremos. Vendamos lo que sobra: el alma, la abuela, los libros, etc. Compremos. ¿Y qué mejor que comprar televisiones? Podríamos comprar televisiones que nos digan qué comprar después. También nos dirán qué es la Navidad. La Navidad son villancicos y compras. Un barbudo cabrón de rojo en cada esquina pasado de hormonas lanzando piropos de órdago a las hembras. El maldito sentido de la Navidad. Os quejabais de la Iglesia y ahora adoráis un becerro dorado. ¿Aún sabes por qué coño tienes fiesta en Navidad? ¿Cuándo tuviste tu última idea? Sal a la calle y verás de lo que estoy hablando.
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