Supongo que todos estamos un poco hasta el gorro de oír las desgracias del mundo. Por ejemplo, los telediarios son básicamente crónicas de sucesos, guerras, catástrofes naturales y política. El espacio dedicado a las cosas agradables de este mundo es casi nulo y tampoco es que todo esté tan mal como lo pintan los telediarios.
Sin embargo, el día de los derechos humanos parece un buen momento para la reflexión. En su día, cuando se elaboraron los derechos humanos, hubo una fuerte discusión acerca de si debían incluirse también los deberes humanos. Finalmente no fue así, y es posible que haya sido un error. Pero una declaración como esta es muy difícil que sea modificada, al igual que ocurre con las constituciones de los países. En general, el esfuerzo que supone elaborar un texto de tanta trascendencia, hace imposible que se modifique. Casi todos los textos de tal calado se han creado después de una situación de crisis (La declaración de Derechos Humanos nación en 1948, 3 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial). Somos así de tontos, así de imbéciles. Necesitamos una guerra para darnos cuenta de las ventajas de la paz. Pero en época de no guerra, nos dedicamos a magnificar las diferencias entre ricos y pobres; y a chuparle la sangre a aquellos que no pueden (por ahora) revelarse.
La mayor parte de la humanidad vive en un lugar donde no se respetan los derechos humanos y es posible que nosotros mismos estemos ayudando a ello cuando compramos determinada marca o tratamos como gente de segunda clase a algún inmigrante. Nuestras pequeñas actitudes, adoptadas por nuestros estados, se convierten en grandes problemas para la humanidad, pero podrían resolverse con un poco menos de avaricia y un poco más de amabilidad.
viernes, diciembre 15, 2006
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