miércoles, marzo 25, 2009

Canción sabinera

Era verdad
aquello de que
me iba a gustar
no lo quise creer
y esa fue mi perdición
ahogado en un vaso de ron
me dio por perder
hasta el último peón

Y me caí
sin paracaídas,
en apenas dos días
con la memoria vacía
y sin botiquín

Así es como perdí
la próxima partida
con la lengua mordida
y sin nada de ti

Se veía venir
colgado como yonki el día de paga
como el rey en campo del barça
me quise morir

Y el tiempo pasó
y los silencios rompieron a hablar
de cuanto hube de callar
y todo volvió
al gris del las tardes de invierno
tan lleno de lamentos
que escupía al viento
mis ganas de amar

Regresaré a los domingos de lluvia,
a las sábanas desgastadas por un lado,
a los tragos de wishky barato
y la foto de mi rubia

En esta ciudad
llena de gente sin calma,
que juegan a vender su alma
con la apariencia fina
de las miradas perdidas

Pero no pienso dejar
que me vuelvas a conquistar
para luego dejar morir
cuanto puedo sentir
en unos labios que no puedo besar

martes, marzo 24, 2009

Libertad

En algún sitio he leído que la libertad es una aspiración lícita de cualquier persona y cualquier pueblo. De eso no tengo mucha idea. 

Tampoco del resto de cosas, pero tengo la sensación de que la libertad, es decir, la posibilidad de elegir de entre un conjunto de opciones no genera especial felicidad. Cuando sólo se tiene un camino para llegar a la meta, uno hace lo que puede para ir más rápido o más lento, pero no alberga demasiadas dudas. 

No deja de ser cachondo el título de este cuadro: “La libertad guiando al pueblo”



Sin embargo, las situaciones reales suelen tener dos características interesantes. La meta no es única (a veces ni siquiera conocida) y los caminos para llegar a ellas son diversos. La única forma de conocer cuál es el mejor camino es recorrerlo entero y descubrir la satisfacción que produce esa meta. Pero eso impide necesariamente recorrer el resto y conocer sus goces asociados. 

Si fuésemos partículas elementales (qué grande el libro de Michel Houellebecq) podríamos recorrer todos los caminos con cierta probabilidad pero igualmente esa combinación de caminos es a su vez uno nuevo, una instancia de las infinitas posibles combinaciones. 

Disfrutar el momento, cada paso del camino dicen que es una buena opción, pero puede hacer que te entretengas y nunca llegues a la meta. Tener un objetivo claro, una meta nítidamente definida puede impedir que disfrutes del proceso que te lleva a ella. Por otro lado siempre hay sucesos aleatorios que modifican  constantemente la vía por la que circulas. 

Supongamos que alguien nos dice cuál es la mejor meta posible y el mejor camino para llegar a ella. Parece un ejemplo más favorable. El hecho de que alguien nos lo diga podría restarle atractivo. Al llegar a la meta podríamos querer además otra meta, ser los primeros en tener dos metas. ¿Por qué no? 

¿Entonces el problema es la ambición? Eliminemos la ambición, las necesidades. Rollo budista. Adiós a las expectativas. Si no esperas nada, nada te decepcionará. Pero para lograr eliminar los sentimientos de infelicidad, también suele ser necesario abolir los de alegría. El nirvana, la monotonía absoluta, ¿es esa la mejor opción?