Varios diarios relataban la sentencia de un tribunal en un caso cuando menos curioso. Un tipo había liquidado con una hacha y un martillo a su mujer y su suegra. También lo intentó con menor éxito con sus hijos, pero estos se movían más rápido y no pudo darles caza. El verbo no está elegido al azar, ya que el individuo, con 64 primaveras a sus espaldas, adujo ante el juez que les atizó no porque fuesen unas brujas, motivo usual de deseo de defunción de suegras y parientas, sino porque las confundió con avestruces. Al parecer nunca antes le había ocurrido algo semejante, pero esa noche sonámbulo, quiso defenderse del ataque de las avestruces. Llama la atención como la emprendió a hachazos con la suegra y la mujer, y no con los armarios o la ventana. Dado que el individuo estaba dormido, podría haberla emprendido a golpes con cualquier cosa, pero los ronquidos de las ancianas debieron de guiarlo a él hacia sus víctimas y a ellas hacia su inexorable final. Un caso más de avestrucidio paranoico, muy común en el sur español. Las asociaciones defensoras de animales han interpuesto una nueva demanda contra el probado asesino dado que el avestruz es un animal en peligro de extinción. La asociación de suegras “MiHijaSeMereceAlgoMejor”se ha unido a la acusación particular y a los miembros de Greenpeace allí presentes para protestar contra esta forma de violencia familiar de género y dicen que están hartas de ser las malas de la película, que tienen un corazón muy grande y que ya casi no vuelan con las escobas.
La defensa, en vista del marrón que se le venía encima como si de un safari se tratase, ha buscado alguien capaz de justificar una excusa idiota a tan infame crimen. El magistrado encargado de la defensa no daba crédito cuando recibió miles de cartas de psicólogos y psiquiatras que decían poder demostrar que a eso le llamaban “trastorno mental transitorio”. Según decían es algo poco frecuente en la vida real pero que sirve de excusa cada vez que un tipo hace una barrabasada que escapa a cualquier sistema ético. Y que ellos, con tal de hacerse un poco de publicidad y aumentar el número de clientes en sus privadas consultas, jurarían por la tumba de su madre que el cazador de avestruces es en realidad un pobre hombre víctima de un rocambolesco trastorno mental y delirio neurótico-esquizofrénico paroxístico y transitorio agudo.
Los supervivientes de la masacre, e hijos del acusado, no daban crédito a lo que oían en el juicio y según testimonios de fuentes cercanas, expresaron su desaprobación con insultos reiterados al psiquiatra y diciendo que en este país, cualquier idiotez si es lo suficientemente grande, se convierte en algo creíble y discutible, en vez de provocar la risa y el escarnio público.
Informó para todos ustedes, alter ego, siempre en el filo de la noticia.
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