martes, noviembre 28, 2006

Reflexiones sobre la felicidad

¿Quién narices sabe exactamente qué es eso? Yo apuesto por una suma de estados de ánimo a diferentes escalas: largo, medio y corto plazo. El corto plazo bien podría ser eso que llamamos “estar contento”, el medio plazo sería la satisfacción por los recuerdos y experiencias positivas de los últimos días y el largo plazo tendría que ver con una perspectiva global de la vida. Por otro lado, existiría una ponderación de los distintos aspectos de nuestra vida: personal y profesional, y el reconocimiento social y afecto de quienes nos rodean.
Sin embargo, creo que el motivo fundamental para que seamos felices es nuestra genética. Estoy casi convencido de que la manera en la que observamos las cosas y sobre todo, las interpretamos, dependen en gran medida de nuestra carga génica. En mucha gente existe una tendencia a crearse expectativas de felicidad (el resultado de un encuentro con amigos, con la persona amada, una relación sexual, un partido de fútbol o encontrarse los platos fregados). La mayor parte del tiempo son desmesuradas debido a que nos inflamos de ilusión ante algo desconocido o que idealizamos estúpidamente algo que ocurrió en el pasado. Las expectativas incumplidas generan decepción que se traduce en tristeza y en ausencia de felicidad.
Por otro lado, no esperar nada de las cosas haría que viviésemos sin ilusión. Necesitamos metas, pero cuando las logramos sentimos cierto vacío y si no las logramos, sentimos frustración.
Mi conclusión personal, sujeta a cambios, es que debemos elegir metas asequibles, de manera que podamos lograrlas y disfrutar principalmente del proceso o camino hasta conseguirlas. También ayudaría que nos entrenásemos para predecir con exactitud nuestro estado de ánimo futuro, pecando si cabe, de conservadores. En definitiva, habría que disfrutar de los momentos de ilusión previos a los acontecimientos como la parte más importante, controlable (ya que vive únicamente en nosotros) y feliz del proceso.

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