jueves, noviembre 30, 2006

Los borrachos de la estación


Entre la estación del cercanías y la iglesia más cercana pululan en procesión los borrachillos. Son como rocieros, jolgoriosos, gritones y con pecados que purgar. Dicen cositas a la Virgen y a Dios, a veces se mueven poseídos por un éxtasis místico. Expían sus pecados contra las puertas automáticas o las escaleras mecánicas. Entre sus buenas obras se encuentran la solicitud de pequeñas donaciones para causas benéficas con sabor a tinto de brik. Nunca ponen una cara peor de la que tienen. Visten siempre con ojeras de boxeador, con el blanco de los ojos teñido de rojo pasión y la voz rasgada en perpetua afonía y gravedad.

Los horarios son duros, a primera hora orinar en la fachada de la estación, luego pedir para la causa a los trabajadores. A media mañanita, jugar al pilla-pilla con las piadosas abuelillas que salen de misa. Tras la recaudación, todos de excursión al mercadona y más jugar al corre que te pillo con el de seguridad.

Convierten la paciencia en virtud: un mes intentando vender un cuadro horrible, enorme y muy muy sucio (cómo lamento no haberle hecho una foto). Creo que finalmente se lo han fumado. Pero mírales, ahí siguen, sonrientes, estridentes, con su bonita rutina y su cervecita.


Imagen obtenida de aquí

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