viernes, julio 07, 2006

Escenas estivales


El verano llega inexorable a nuestras vidas, inundando de calor y escenas estivales nuestras monótonas existencias. Ante la posibilidad de hacer algo nuevo durante el periodo vacacional (aquellos que lo tengan) existe una primitiva abnegación por la repetición y el hábito tanto en la elección de los lugares de destino como en los menesteres a los cuales nos dedicamos allí donde vamos. Uno de los lugares donde más me gusta observar a la gente es en la playa. La playa puede saturar la curiosidad más morbosa acerca de la condición humana, principalmente el Mediterráneo.

Con la primeras luces del alba, legiones de jubilados parecen brotar de los más inhóspitos rincones de los complejos hoteleros para atender ineludiblemente la llamada de la naturaleza. Esas barrigas y cachas temblorosas, cultivadas con vehemencia a lo largo de los años, buscan una playa donde reposar de “las calores” de la noche –no hay quien duerma con este calor, dicen– y aletargarse al son de la brisilla marina.

Pronto, los unos se dan cuenta de la maliciosa presencia de los otros, ataviados con sombrillas, toallas, sillas y esterillas; tuppers y cremas, gafas, palas rastrillos y ... todos los inventos flotantes que divertirán a los nietos. El paso se acelera y enseguida se olvidan los rigores de la edad. La banal conversación matutina desaparece y todos piensan en el objetivo que da sentido al verano: Conseguir el mejor y más grande trozo de playa junto al mar.


Los últimos metros, dentro de la zona arenosa son un campo minado, los más débiles desfallecen y tropiezan en los surcos del tractor. Los individuos más aptos consiguen una buena parcela con vistas directas al mar, calculan milimétricamente la posición, teniendo en cuenta la variación de la marea, la distancia a su hotel y la cercanía del chiringuito. Ponderan la calidad de la arena y el número de algas, el espacio en el que se moverán frenéticamente los nietos y... plantan la sombrilla con un gesto de victoria, cual explorador del XIX. Las miradas de recelo se multiplican entre quienes llegan unos minutos después –mañana me levantaré a las 6:50, piensan–. Las siguientes horas pasan despacio, hasta casi las 11 unas saborean las mieles del éxito extendiendo un tinglado que alcanza proporciones de bungalow, y otras empiezan su particular letanía: pues hoy va a hacer calor (claro, como todos los día previos), pues cada vez hay más algas en esta playa (eso ya lo viste el primer día), cómo le cuelgan las lorzas a esa (ni más ni menos que a ti), aún no apetece bañarse (como todos los días a las 8 am), ya están los críos mojando y levantando arena (estás en la playa, ¿no?) , pues la Paqui se ha ido este año al Caribe, si es que esos viven a todo tren, seguro que no tienen luego ni para comer (¿notamos cierto resquemor?).

En fin: ¡llegan las vacaciones!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jeje, me ha encantado ese análisis humano en la playa... suena a tinto de verano...

y la viñeta, por supuesto, es lo de siempre "te estaba hablando, ¿¿qué haces mirando para allá??"

Anónimo dijo...

ah, y feliz verano a todos: haya vacaciones o no, haga un tórrido calor o hayamos encontrado una brisa que apacigüe el aletargo.

Que independientemente de cómo lo vivamos, nos sirva para modificar un poco la rutina y salir de ese esquema un tanto rígido que nos hemos ido construyendo a lo largo del año (consciente o inconscientemente)...

Anónimo dijo...

Alter, me ha gustado mucho lo que escribes.
También yo quería resaltar las escenas de señoras de aproximadamente 65 años en la playa con pieles tan negras que duele verlas, llenas de manchas cancerígenas, con uñas bien pintadas de rosa, rojo o color perla, que llevan bañadores enteros con los tirantes quitados de modo que se les cae aún más el pecho, paseando por la orilla, con el pelo seco y peinado de peluquería que cuando pasan a tu lado y les salpicas sin querer mientras juegas a las palas y pelota se molestan tanto...Con razón se enfadan tanto, es el momento más emocionanate que tienen al día...