Con el tiempo, vas olvidando a esos hombres y mujeres que tantas veces salvaron el mundo y te sumerges en esta nuestra realidad. Aquí, en el epílogo de este TBO, los políticos son supervillanos y trincan todo lo que pueden. Ni siquiera llevan antifaz, ni inventan nuevos artefactos malignos para salirse con la suya. Son extremandamente cutres, sin ningún tipo de glamour ni inteligencia. Tienes motes o alias igual que los presidiarios, con cara de puteros, engominados, con las sobaqueras deshidratadas al estilo Camacho y un tufo a ladrillo que espanta. También hay superpolis corruptos, que se meten al bolsillo parte de lo que decomisan para darse un suplemento. Están los supergilipollas adolescentes que tienes que cruzar todos los días en la calle, mientras se dedican a mear en las escaleras del metro, a mirar como si perdonasen la vida o a destrozar las jardineras en mi camino al curro. Aquí un tipo que nace con todos los defectos patrios, Torrente, se convierte en un ídolo de masas idiotas...

Pero te das cuenta de que eres un panoli, que como mucho parece que vas una fiesta de disfraces, que hasta los críos de 10 años con pendiente y melena con caracolillos se ríen de ti. Las mallas te están dejando los huevos como guisantes. Además, con las prisas y la exaltación, la llamada del deber ha sido demasiado urgente y te has dejado las llaves del piso detro. Tienes que ir con la cabeza gacha, tus invento volante bajo el brazo y la capa entre las piernas a decirle a tu casero que esto no es lo que parece y que si, por favor, te puede abrir. Y es que ese tipo de contingencias nunca aparecen en los comics, ni en las películas americanas, pero aquí, en Iberia, los malvados siempre ganan, los buenos son tontos, imbéciles son los que no han trincado con el ladrillo y los ideales, motivo de mofa y escarnio.
1 comentario:
¡Genial! Entre las ostias como panes y los huevos como guisantes me he partido el hojaldre.
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