martes, julio 17, 2007
Viajecito
Entre tanto, os confío el devenir de este país durante los días de mi ausencia. Espero encontraros por aquí a la vuelta y si alguno está pensando en hacer aportaciones benéficas o beneficiosas a mi costoso viaje, no tiene más que decirlo.
Ah! para que no os aburráis estos días os propongo un juego: Imaginemos que soy el presentador de un concurso. Hay tres puertas tras las cuales hay sendos regalos. Dos de ellos son una mierda, literal o metafóricamente, como quieras. El tercer regalo es buenísimo (elige, hay barra libre). Tú eres el concursante y eliges una puerta. Yo te muestro que tras otra puerta que yo elijo, no hay regalo y te doy la opción de quedarte con la puerta que has elegido o cambiar. ¿Qué harías?
Canción del bocata
Con diez lonchas por rebanada,
ajos tiernos, y tomate en rama,
no corta el cuchillo, perfora
la barra cual bisturí.
Baje a la tienda a por pan,
por su calvicie, El Pulido,
es por todos conocido
el panadero Fermín.
Un cartel hay en la puerta,
traspaso por fallecimiento,
y yo sin un miserable pimiento,
que buscar en el baúl;
Tengo más hambre que una rata,
no me da ni para una copa,
en una tasca me pondré las botas,
o en casa de Saúl.
Menudo bocata el mío,
sin jamón,
lo veo y me río,
ni choped, ni mortadela
o chorizo de la abuela,
ni siquiera salchichón.
Que es el jamón un tesoro,
de entre todos el mejor manjar,
a este precio lo va a comprar Teodoro,
porque yo me quedo sin cenar.
lunes, julio 16, 2007
Tintín y los negros
Nunca he leído un comic de Tintín. Ni me alegra mi me apena, me deja frío. Pero parece que ha marcado la juventud de mucha gente en generaciones precedentes a la mía. Este reportero creado por Hergé vuelve ahora a la palestra. Quieren quitar de las librerías uno de sus comics "Tintín en el Congo" por su contenido racista. De ello se encarga la Comisión Británica para la Igualdad Racial. Sí, en todas partes cuecen habas, qué os pensabais.
Pues tienen razón. Sí señor. Y sin haberlo leído. Da igual. Quememoslo, por racista, por desigualado, antiparitario, retrógrado y por conservador. Aunque también se me ocurre que podríamos meter en la misma hoguera a esta asociación. Esta claro que entre negro y blancos no hay más diferencias que las obvias, porque de gilipollas anda la cosa pareja.
Puestos a quitar de las estanterías y quemar obscenidades, podríamos quitar los libros de historia, no hacen más que recordar tiempos en los que el buen rollito se aseguraba a mandobles, las civilizaciones se ponían la una a la otra mirando a la Meca en cuanto tenían oportunidad y la paridad era algo que no se llevaba ente los democráticos gobiernos de entre hace 10 y 10000 años. Podríamos quitar los libros de física, porque podrían herir la sensibilidad de ciertas facciones religiosas. Deberíamos quemar la enciclopedia y el diccionario de la RAE, por ese fascista intento de objetividad y su escaso tacto político. Que ardan los libros de medicina, que algunos contradicen las divinas enseñanzas.
Somos así de imbéciles y hasta que no borramos la memoria lo suficiente y quemamos cualquier intento de recuperarla, no nos damos por satisfechos. Preferimos no ver, no entender el por qué, no enseñar a los nuestros a interpretar lo que sucedió en el pasado, los motivos y las gentes que crearon esas obras. Nos zambullimos en lo políticamente correcto, besamos en los morros todo lo que suene a progre, y claro, nada más fashion que la censura.
Ocultemos las ideas que nos incomodan en vez de rebatirlas con argumentos y llegaremos al grado de estupidez que tanto anhelamos. Encontraremos el karma y nos uniremos a nuestros chacras y a la madre que los parió. Y rebuznaremos todos al unísono con laureles y panderetas, meciéndonos en las esencias de nuestra propia necedad.
Vamos, que me apetecía un tema fresquito para la llegada de las calores!
jueves, julio 12, 2007
Pasados los sesenta
Ha pasado más de medio siglo desde que te vi, con los ojos centelleantes, tal vez debido al alcohol, radiante, morena, fresca, sincera. Así es como te veo aún cada mañana.
Ya no somos los mismos, es cierto, pero seguimos como siempre. Tu conservas tus manías, me siguen poniendo nervioso igual, pero ahora disimulo mejor. Yo sigo dejando la ropa arrugada y sucia sobre las sillas. Sigo apreciando objetos viejos, útiles que me ayudaron y los que respeto. Sigo quejándome de los políticos y gruñendo con la televisión. Pero también sigo a tu lado. Es verdad que ya no estoy enamorado. Ya no fluye en mi el veneno que me diste. Ahora es cariño, es respeto, es hábito, pero moriría por ti. Aún te admiro. Éramos dos ases en una misma mano. Supimos perder, a los puntos, para ganarnos al otro.
Hoy sé que seré yo quien te abandone. Levaré anclas con viento de levante, rumbo al sitio donde estaba antes de nacer. No espero nada, sólo un viaje tranquilo. Me dejé muchas cosas por vivir, pero de entre las que hice, algunas merecieron la pena. En casi ninguna tuve más responsabilidad que el mismo azar. Tenerte fue simple fortuna. Nadie se acordará de mi, como mucho habrá un nebuloso recuerdo hasta la segunda generación que nos conducirá al olvido. Da igual; yo lo hice antes con los míos.
Hasta ese día, me despertaré al alba. Te observaré con la primera luz, casi azul. Quiero ver tu pelo caer sobre tus mofletes, tu gesto tranquilo, sincero. Y dormir, luego, un poco más, soñando con mi buena suerte y aquel día en que me miraste por primera vez.
miércoles, julio 11, 2007
Superhéroes
Con el tiempo, vas olvidando a esos hombres y mujeres que tantas veces salvaron el mundo y te sumerges en esta nuestra realidad. Aquí, en el epílogo de este TBO, los políticos son supervillanos y trincan todo lo que pueden. Ni siquiera llevan antifaz, ni inventan nuevos artefactos malignos para salirse con la suya. Son extremandamente cutres, sin ningún tipo de glamour ni inteligencia. Tienes motes o alias igual que los presidiarios, con cara de puteros, engominados, con las sobaqueras deshidratadas al estilo Camacho y un tufo a ladrillo que espanta. También hay superpolis corruptos, que se meten al bolsillo parte de lo que decomisan para darse un suplemento. Están los supergilipollas adolescentes que tienes que cruzar todos los días en la calle, mientras se dedican a mear en las escaleras del metro, a mirar como si perdonasen la vida o a destrozar las jardineras en mi camino al curro. Aquí un tipo que nace con todos los defectos patrios, Torrente, se convierte en un ídolo de masas idiotas...
Y piensas entonces, en calzarte unos gallumbos rojos o a rayas azules y blancas, tomarte un poco de la poción, quitarte las gafas (importante para no ser reconocido), pasar unos cuantos insectos por los campos de broccoli que cultivan ahora en Chernobyl y comértelos a carrillos llenos. Armarte con una superpistola láser, no sé, algún invento volante, algo que mole de verdad. Y liarte a repartir cera a diestro y siniestro. En plan justicia de la buena. Nada de entro a la cárcel, me río de los gilipollas que cumplen la ley y salgo en dos horas. No. Aquí estoy hablando de soltar las suyas y las del pulpo. Adrenalina a tutiplén, hostias como panes, a manos llenas, "estos simpáticos romanos". Y después, satisfecho, con el deber cumplido y unas gotitas de sudor que te den un toque humano, recibir una ovación de unos ciudadanos felices de que alguien vele por sus principios.
Pero te das cuenta de que eres un panoli, que como mucho parece que vas una fiesta de disfraces, que hasta los críos de 10 años con pendiente y melena con caracolillos se ríen de ti. Las mallas te están dejando los huevos como guisantes. Además, con las prisas y la exaltación, la llamada del deber ha sido demasiado urgente y te has dejado las llaves del piso detro. Tienes que ir con la cabeza gacha, tus invento volante bajo el brazo y la capa entre las piernas a decirle a tu casero que esto no es lo que parece y que si, por favor, te puede abrir. Y es que ese tipo de contingencias nunca aparecen en los comics, ni en las películas americanas, pero aquí, en Iberia, los malvados siempre ganan, los buenos son tontos, imbéciles son los que no han trincado con el ladrillo y los ideales, motivo de mofa y escarnio.
martes, julio 10, 2007
Grin pis
Paseando por las abarrotadas y vívidas calles de Leganés, me hallaba intrigado por los carteles y escenarios que estaban montando. Descubrí con sorpresa que se trataba de una asociación ecologista que pretendía concienciar a los inconscientes aborígenes del asfalto. Caminaba rápido intentando esquivar a todo aquel que llevase una carpeta de suscripciones, cuando de repente lo vi. Era un grupo de tres jóvenes ecologistas. Se hallaban sentadas tras un mesa y parecían esperar el inicio de los acontecimientos. Su atuendo era el clásico de los verdes, falta larga y ancha, camiseta de tirantes y colgantes enormes comprados en un chiringuito ambulante. Ya sabéis, rollo madre naturaleza, haz el amor y no la guerra, etc.
Súbitamente, una de ellas miró con pánico hacia atrás. Tras ella un insecto se acercaba. La paya salió por patas gritando y dejando el chiringuito como alma que lleva el diablo. Las otras dos, mantuvieron el tipo como pudieron y aguantaron la compostura ante la adversidad, apretando los dientes y conteniendo el aliento.
Es jodido eso de ser ecologista y de ciudad. Eso de no haber visto un animal más que en la televisión. Manifestarse para salvar la vida de un bicho al que jamás querrás acercarte.
Esta claro que nos estamos cargando el planeta. Hace tiempo que escuché un símil muy bueno en el que se comparaba la Tierra con una nave espacial en la que vamos quemando las puertas, las ventanas y hasta las alas para poder seguir viajando. Pero con este ejército de ecologistas antiinsectos, parece que la credibilidad pierde enteros, no?
domingo, julio 08, 2007
El piropo
En el piropo se encierran siglos de torpeza rudimentaria en el arte de la seducción. Es el refrán aplicado a la mujer, el verso fácil, el pareado sin rima, la adulación literal y raramente oculta. La lisonja que busca la sonrisa adulada, la puerta de entrada, el regalo para los oídos y la estima ajena.
El piropo se mueve entre la grosería del andamiaje y la gracia más sutil, debiendo aplicarse en función de la persona. Este gesto confirmador del atractivo sexual, inyector de ego, puede ser recibido con sonrisas nerviosas, gestos molestos o pasos acelerados. Por muy negativa que sea la reacción inicial, y si la distancia entre el piropeador y la piropeada es suficiente, casi siempre es recibido como un terrón de azúcar.
El alago más cañí, debe ser articulado con cierto aire chulapo, con lentitud segura, remarcando cada sílaba. La longitud no debe sobrepasar las dos proposiciones simples, es aconsejable una ligera rima que permita su fácil memorización y la distancia entre mujeres aduladas debe ser tal que la anterior no escuche el piropo de la siguiente. Es importante que haya algún obstáculo de por medio, de forma que la mujer no se sienta agredida y debería contener algo más que únicamente la palabra "Ruuuuubia".
Nunca se debe perder la sonrisa mientras se dispara y se debe estar seguro de aguantar la mirada materna y concesiva de la mujer tras este ligero gesto de travesura. Se sabe que llevar un uniforme de cualquier tipo o estar subido en un andamio agiliza la mente y permite un mayor número de piropos-improperios por segundo.
Finalmente, advertir que la analogía con animales rumiantes podría no ser acogida con excesivo entusiasmo, incluso en las poblaciones rurales.
Suerte y practiquen en verano!
viernes, julio 06, 2007
Dos mil quinientos leuros
En mi tierra llaman churumbeles a los hijos. Resulta que lo he buscado en la RAE y es correcto. Bueno, a lo que iba: el gobierno acaba de sacar una ley por la que concede 2500 € por tener un hijo. Unos dicen que ya era hora, otros que han empezado las elecciones y nosotros mirando para otro lado, y los de más allá, que si eso nos va a quitar dinero para la promoción del catalán en Centroáfrica. Que es electoralista, no lo duda nadie, pero bueno, al menos hacen algo para ayudar a las familias, ¿o no?
En realidad, dar 2500 € suena bien, pero no es mucho. Estimo que el gasto antes de tener el bebé son ya esos 2500 euros: la silla, la cuna, el walkie talkie, el babero de gore tex y el pijama ignífugo. Supongo que esa familia de clase media, acuciada por una hipoteca pero con ganas de reproducirse dará la bienvenida a cualquier ayuda, pero este dinero no determinará si tienen o no descendencia.
A mí lo que me preocupa es que estamos en España y aquí somos muy garrulos. Lo que me preocupa es que algún gilipollas, que haberlos haylos, piense en tener un hijo porque le vendrían bien esos leuros. Siendo el país con mayor consumo de coca de la UE, esto le dará a más de uno para unos tiritos o unas partiditas más en el casino.
El problema es, sobre todo, el tipo de incentivo que se está dando a la gente. Algún descerebrado puede empezar a pensar en los hijos en forma de rentabilidad. Sí, ya se que nadie en su sano juicio lo haría, pero seguro que representa un 5% de nuestra población. ¿Qué ocurrirá cuando se den cuenta que mantenerlos cuesta más de 2500 €? ¿Queremos incentivar especialmente a las familias más pobres para que tengan más hijos? es decir, ¿queremos incentivar las desigualdades sociales? ¿le quitaremos el dinero a quien abandone a sus hijos?
Es de esperar que los señores políticos hayan considerado estúpido entregar vales para un carrito, comida de bebé, pañales, libros o el tipo de cosas en las que los padres se gastan el estipendio, pero daría menos votos a un año vista, ¿no?miércoles, julio 04, 2007
Luz
lunes, julio 02, 2007
Angustia
Y ahora toca huir, nada de enfrentamientos. Hay que buscar una salida, pero el tiempo apremia, el círculo se está cerrando. Recibí la llamada. Es necesario hacer algo, quedan menos de tres horas para que la huida comience. Hay que respetar el protocolo. Me desespero. Necesito salir de aquí, cambiar las cosas, hacer que todo vuelva ha funcionar. Tengo que salir del sistema, sin alterarlo, sin modificar nada, sin que nadie pueda notar mi paso. No será fácil. Debo esperar el momento oportuno. La televisión no habla de otra cosa, mierda! Mi foto se extiende y el círculo se achica. Me falta aire. No voy a poder aguantarlo.
Quedan cuarenta minutos. El plan está diseñado. Tengo el portátil, los billetes y el pasaporte.
Llaman a la puerta. Nooo. No puedo abrir. Vuelven a llamar, esto pinta mal. No puedo irme aún, no puedo salir, no puede funcionar. Hay que cambiar algo. ¡Van a entrar!
Escena estival
Pasaban las 11 de la noche, era sábado. Las terrazas a reventar y el bullicio propio de los fines de semana de verano: sin playa, sin vacaciones y con hipoteca. Los padres se sientan animosos en conversaciones vacuas con parejas amigas o vecinas, mirando de reojillo a la mesa de al lado, las tapas del vecino y las faldas de las adolescentes que salen de juerga. Unos con mirada sorprendida, otros con gesto displicente y casi todos criticando.
Mientras tanto los pequeños juegan y corretean por la plaza aledaña. La fuente es un polo de poderosa atracción. El agua, el peligro, el resto de niños allí congregados.
La escena me llamó la atención. La fuente estaba vallada, pero era sencillo pasar ese pequeño obstáculo. Un niño se encontraba en la fuente, dentro, sobre un escalón sin pisar el agua. El resto de niños, sobre todo niñas, rodeaban la fuente y lo jaleaban y arengaban para que se metiese en el agua. Todos vestían ropa de boda, el tiempo apremiaba porque las madres, hastiadas ya del dolor de los tacones, de meter barriga y de ver cómo el marido se pasa todo el maldito rato embelesado con la camarera, llegarían con un furioso “Mira como te has puesto de mierda”, o “Para eso me preocupo yo de lavarte la ropa”.
En el fondo todos los niños sabían que debían darse prisa, el que estaba en la fuente porque ya podía oír a sus padres exhortándole para que abandonase el recinto, las niñas de la valla para demostrar que podían manejar al niño y los más pequeños porque estaban contagiados del ambiente imperante. Las niñas gritaban, “No decías que te ibas a meter” y el niño dudaba. Dudaba porque se había hecho el valiente entrando allí, quería impresionar a todas esas chicas, demostrar que él era más, el que se atreve con todo, el rey de la fiesta. Pero tenía miedo a su madre, otra chica, pero no como las demás. Siempre hay una que no es como las demás, esa que tiene una cuota mayor de audiencia. Y en ese momento se sintió doblegado por la responsabilidad, ni p’alante ni p’atrás. El chaval estaba quieto, inmóvil, inerme y así permaneció durante el tiempo suficiente como para que todas esas niñas empezaran a odiar a la futura suegra, fuese cual fuese, porque no les permitiría controlar definitivamente a ese hombre.