En mi pobre visión del mundo, tengo la impresión de que los economistas se dedican a ponerle nombres a los fenómenos del día a día. No es que ello carezca de mérito, es que no nos hablan de nada que no sepamos. La sensación que eso me provoca es de quedarme a medias (ya me entendéis). Por suerte en este libro no se dedican a nada por el estilo. El pollo este, Levitt, tiene algo de lo que la gente carece, una visión del mundo objetiva. Escucha el mundo desde estadísticas frías y serenas, pero lo cuenta de una forma muy animada. A veces, en el fondo pero no el la forma, me recuerda a “El Alquimista” de Coelho, con el asunto de mirar las señales que hay en el mundo.
Me he quedado con tres ideas tras leerlo:
- La moral nos dice cómo debería ser el mundo y la economía explica cómo es en realidad.
- El mundo se mueve por incentivos (un poco vago, ya lo sé, pero tampoco voy a destriparte el libro).
- No es lo mismo correlación que causalidad.
Las tres ideas son interesantes pero yo me quedo con la última. Los políticos, periodistas y periodistos no sabrán qué significa eso porque lo confunden una vez tras otra. Un ejemplo bastante sencillo. Existe un mayor índice de criminalidad en los lugares donde más prisiones hay.
Solución trivial: reduzcamos el número de cárceles, a menos cárceles, menos criminalidad.
Error: la causa de que haya más cárceles es que hay más criminalidad, si en ese lugar en concreto hubiese menos cárceles, habría todavía más criminalidad pero no podrían encarcelar a los delincuentes.
Aunque démosle una vuelta más al asunto y pongámonos en la piel de un político: Quiero reducir la delincuencia en mi ciudad. Tengo dos opciones, aumento el número de policías, así doy trabajo y me gano la simpatía del electorado (casi todo el mundo prefiere sentirse más seguro y si no, fijaos qué cara se os queda cuando veis vuestro coche con una raya en la carrocería de adelante a atrás u os cruzáis con una pandilla de animales en el cercanías). Pero puede que me haya gastado todo el dinero en algo estúpido y no pueda contratar más personal. Lo que haría entonces sería reducir mi plantilla de policía y decirles a los quedan que reporten los delitos como faltas, que unan todos los crímenes que se han producido en una noche o por una sola persona en uno sólo o que no atienda a las llamadas de asistencia. De esta manera también podría reducir el número de crímenes. Porque al fin y al cabo, un crimen es aquello que en las estadísticas aparece como un crimen.
Y lo mismo podría suceder con las listas de espera, con el IPC y con todo lo que acabe siendo resumido en un dato.
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